¡Jo, jo, jo! ¡Feliz Navidad, lectores! Hoy les traigo la reseña de un libro muy tierno que leí hace poco. Se llama “Vida y aventuras de Santa Claus” de L. Frank Baum. ¡Sí, el mismo autor de “El mago de Oz”! Sabía que existía una película de animación de esta historia, pero no sabía que estuviera escrita por él. Fue una grata sorpresa descubrir esta novela corta —¿o relato largo?— así que los invito a leer la reseña.
Libro: Vida y aventuras de Santa Claus
Relata la vida de Santa, desde la infancia hasta la vejez y en la inmortalidad; cita tales aventuras como las de amistad con las ninfas de madera y los malvados duendes llamados Awgwas.
“Vida y aventuras de Santa Claus” es una historia que se propone narrar los hitos más importantes de la vida del popular personaje, profundizando en sus orígenes y en su desarrollo personal para explicar cómo fue que un simple mortal, en apariencia igual a todos los demás, llegó a convertirse en la leyenda que actualmente conocemos. Pero no se trata de un texto divulgativo que intente acercarse a la conocida figura de San Nicolás para dotar a la historia de ciertos elementos “basados en hechos reales”, sino de un auténtico cuento de hadas, que busca darle cierta verosimilitud a la magia que rodea a Santa Claus y trata de explicar el origen de sus buenos propósitos.
El libro se divide en tres partes: niñez, adultez y edad madura. Todas estas etapas de su crecimiento serán importantes para comprender mejor al personaje, pero será la parte intermedia la que nos narre de manera más extensa sus aventuras.
La historia comienza cuando el Maestro Ak, Guardián de los Bosques, llega de visita al bosque de Burzee. Allí viven toda clase de criaturas inmortales, como los Knooks, los Ryls y las ninfas, que se dedican a proteger su entorno y a celebrar fiestas de vez en cuando, sin que prácticamente ninguna preocupación enturbie su paz. Sin embargo, una de las ninfas, Necile, añora que algo nuevo suceda en su vida, pues hace mucho tiempo que el bosque no enfrenta ningún peligro real y las fiestas y los bailes ya no la satisfacen. Por eso, cuando el Maestro Ak anuncia que ha encontrado un bebé abandonado en el lindero del bosque, Necile siente el poderoso deseo de cuidarlo, y le pregunta al guardián si puede quedarse con él. Al principio Ak duda, porque se supone que los inmortales no pueden interferir con el destino de los humanos, pero dado que en esta cuestión se encuentra en juego una vida inocente, finalmente cede y le permite a la ninfa adoptarlo como su hijo.
Es así como Claus —tal y como Necile insistió en llamarlo— termina criándose en el apartado y mágico bosque de Burzee, rodeado de sus amigos inmortales. En ese tiempo aprende a cuidar de las plantas y los animales, colabora con el resto de las criaturas en pequeñas tareas, y vive feliz y sin preocupaciones por varios años. Pero una vez que alcanza la juventud, el Maestro Ak lo saca a dar un paseo por el mundo de los humanos para que conozca a sus pares, y la vida de Claus ya no vuelve a ser la misma.
Claus siente una profunda compasión por los humanos y sus miserias, pero se preocupa especialmente por los niños, a quienes desea ver siempre felices y risueños. Es por eso que, tan pronto regresa de su paseo, se propone vivir con los humanos y buscar la forma de hacer algo por ellos. Claus siente que ha tenido una infancia privilegiada y quiere tratar de devolverle al mundo algo de la felicidad y el amor que él mismo recibió mientras se crio en el bosque.
Me ha sorprendido gratamente la forma en que se retrata a Claus durante la mayor parte de la historia, como un ser humano sin poderes cuya única cualidad especial consiste en su profundo deseo de ayudar a los demás. Puede que no lo haga todo solo y a menudo reciba asistencia de las criaturas mágicas del bosque, pero en todo momento se hace hincapié a que esto se debe a que Claus es sumamente respetuoso con ellas y a que, a su vez, todas respetan la misión que él mismo se echó a sus espaldas. Además, cabe destacar que la visión de Claus de lo que hace felices a los niños no es tan materialista como se pudiera pensar: desde el principio entiende que lo que ellos necesitan es comprensión y cariño, y cada vez que pasa cerca de una aldea se detiene a jugar con los más pequeños y presta especial atención a los que tienen menos recursos y a los que no reciben mucha atención de parte de sus padres. La decisión de entregarles juguetes —que al inicio son simples figuras de madera con forma de animales— surge del deseo de darles algo con lo que puedan entretenerse y que puedan cuidar con ilusión.
Otro punto destacable es la facilidad con la que el autor responde a muchas cuestiones que quizás alguno de nosotros se haya planteado alguna vez respecto a la forma en que Santa Claus trabaja. ¿Por qué solamente sale a entregar regalos en Navidad? ¿De dónde sacó a sus renos? ¿Por qué se cuelgan medias en la chimenea para recibirlo? Incluso se “desmienten” algunos mitos sobre él, como el hecho de que Santa Claus castiga a los niños traviesos: según el libro, él siente compasión y cariño por todos los niños, y no cree que sólo porque algunos hagan alguna travesura de vez en cuando sean menos merecedores de atención.
Así, esta historia se las arregla para explicar prácticamente todo lo que tiene que ver con él: su relación con la magia, su decisión de visitar a los niños, la forma en que fabrica sus juguetes, el origen de sus viajes en trineo, y finalmente, su inmortalidad. No se trata de una historia en la que pasen grandes cosas —solamente hay un capítulo en el que se narra una batalla y ni siquiera me pareció que fuera necesario incluirlo—, sino que transcurre tranquilamente, como un compilado de anécdotas dentro de una agradable biografía, pero sin que esto signifique que la historia sea aburrida o monótona. Tiene un aire mágico y entrañable que la vuelve perfecta para leer en cualquier época del año, y cada uno de los capítulos rebosa de añoranza y ternura.
Si están buscando una lectura dulce para Navidad, no lo duden más: este libro es para ustedes.
¿Han leído el libro? ¡Cuénteme en los comentarios!
¡Y felices fiestas!
