¡Hola, lectores! Hoy vengo
a hablarles de un libro que me sorprendió gratamente a principios de año. Se
trata de “Middlemarch” de George Eliot —pseudónimo de Mary Anne Evans—, un
clásico que les recomiendo absolutamente.
¿Quieren saber más? ¡Sigan leyendo!
Libro: Middlemarch
Autora: George Eliot
Año de publicación: 1871
Sinopsis:
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“Todo
límite es un comienzo a la vez que un final”
El pueblo de Middlemarch representa con maestría
distintos aspectos de la sociedad rural inglesa de las primeras décadas del
siglo XIX.
El primer personaje al que
conocemos es Dorothea Brooke, una joven de buena posición social que busca emprender algunos proyectos beneficiosos para su comunidad, como
construir unas casitas para los trabajadores que viven en los alrededores. Pese
a sus buenas intenciones, en las primeras páginas se nos presenta como una
mujer de opiniones muy severas —la mayoría de ellas ancladas a su forma de
practicar la religión—, que en ocasiones resulta incomprensible incluso para su
propia hermana, Celia, cuyo comportamiento es mucho más pragmático. Aún así, todos se sorprenden cuando Dorothea anuncia su intención de
casarse con el señor Edward Casaubon, un clérigo varios años mayor que ella que
se encuentra escribiendo un libro sobre estudios teológicos. Esto traerá importantes consecuencias para su futuro, pues el señor
Casaubon no es el hombre comprensivo y profundo que la idealista Dorothea pensaba;
y su situación se complicará aún más cuando conozca al primo de su nuevo
marido, Will Ladislaw, un joven con un destino errante y una mala reputación
familiar que pondrá su vida del revés.
“Porque no hay persona cuyo interior sea tan entero que no se vea firmemente determinada por lo que existe a su alrededor”.
Paralelamente, conoceremos
la vida de otros personajes que tendrán una gran relevancia en el desarrollo de
la trama, como la del doctor Tertius Lydgate, recién llegado al pueblo, que debe
enfrentarse a los prejuicios de algunas personas que no confían en los nuevos
avances de la medicina; o la de Rosamond Vincy, la frívola y caprichosa hija
del alcalde del pueblo, que posa sus ojos en Lydgate nada más llegar y hará
todo lo posible por alimentar su propia vanidad, incluso a costa del bienestar
de las personas que la rodean.
Por último, esta también
es la historia de Fred Vincy —hermano de
Rosamond—, un joven inconstante y proclive a contraer deudas al que le cuesta
tomar decisiones acerca de su propia vida; la de Mary Garth, una joven
humilde y trabajadora que tiene la cabeza muy bien puesta y jamás duda a la
hora de expresar sus opiniones ante los demás. Fred ha estado enamorado de Mary
desde su más tierna infancia y su más ferviente deseo es poder convertirse en
alguien digno de su admiración para poder casarse con ella; pero, primero, deberá
deshacerse de sus viejas costumbres y aprender a ser más responsable.
Uno de los principales
temas que trata esta novela es la del matrimonio y sus implicaciones. A través
de Dorothea podemos ver las consecuencias de la abnegación y el sacrifico
extremos —conceptos que ella tiene un muy alto valor, dado que a veces parece
buscar la grandeza a través de su propio empequeñecimiento— y cómo la
exaltación de esos valores la conducen a una supresión de sus propias
necesidades, destruyendo su felicidad poco a poco. El egoísmo del señor
Casaubon no la ayudará a hacer más llevadero su matrimonio y terminará atándola
de maneras insospechadas.
“El
matrimonio, que ha sido el final de tantas narraciones, es aún el gran
comienzo…”
Por otra parte, podremos
ver algo de ese mismo egoísmo en la actitud de Rosamond hacia Lydgate, pues la
joven tiene en muy poca consideración las ambiciones y sueños del hombre al que
supuestamente ama, y no aliviará prácticamente ninguno de sus pesares —ni si
quiera los que se supone que deben compartir— con tal de no afectar su propia
comodidad.
¿Y Fred y Mary? Bueno,
Fred comienza la novela con todo en su contra, así que solo el tiempo dirá si
puede llegar a buen puerto...
Al elenco principal
también se suman otros personajes secundarios como el señor Bulstrode
—adinerado banquero del pueblo y emparentado por matrimonio con la familia
Vincy— y el padre Farebrother, que darán mucho juego en distintas líneas
argumentales.
“No
es infrecuente cierto desánimo y desfallecimiento ante el nuevo futuro real que
sustituye al imaginado”.
Middlemarch es una novela
muy consciente de las complicadas relaciones que se tejen entre las personas
que componen una determinada comunidad y de la influencia que pueden ejercer
las unas sobre las otras. Tiene, en este sentido, un importante componente
sociológico, que se ve reflejado también en la importancia que tienen la
política y la religión para los personajes y la forma en que sus respectivas
ideologías marcan su comportamiento. No obstante, algunos personajes son
propensos a dejarse llevar por sus pasiones e impulsos, y eso es lo que los
vuelve impredecibles y dignos de estudio. Cada uno de ellos está dotado de una
psicología muy definida, determinada no sólo por sus inclinaciones y
propósitos, sino también por sus prejuicios y recelos. Algunos incluso esgrimen
interesantes contradicciones entre su sistema de creencias y su accionar, por
lo que resultan muy humanos y creíbles.
“Las
escenas que constituyen cambios vitales en la suerte de nuestros vecinos son el
telón de fondo de las nuestras, pero sin embargo, igual que un aspecto
determinado de los campos y los árboles, los asociamos a las épocas de nuestra
propia historia, y componen una arte de esa unidad que subyace en la selección
de nuestra conciencia más aguda”.
Asimismo, la prejuiciosa
forma de algunos personajes de referirse los unos a los otros le sirve a la
autora para exponer algunas interesantes críticas a la sociedad de su época. La
más notoria es la denuncia de la misoginia de la que hacen gala muchos
personajes masculinos al referirse a las mujeres como seres fundamentalmente
sentimentales, con un intelecto inferior al de los hombres. Podemos encontrar
esta clase de comentarios en la boca del tío Brooke, que opina que las mujeres
no deberían abocarse tanto a los clásicos y las matemáticas como a las bellas
artes —y sólo “hasta cierto punto” como le gusta decir—, y también en otras
personalidades que acuden a la case del alcalde cenar y que le dan mucho más
importancia a la apariencia y modales de las mujeres que a sus opiniones y
deseos.
“De
las mujeres se esperaba que no tuvieran opiniones demasiado concretas, pero en
todo caso, la mayor garantía de la sociedad, así como de la vida familiar,
consistía en que las opiniones no eran algo según lo que se actuara. La gente
cuerda hacía lo que hacían sus vecinos, de manera que si algún loco andaba
suelto se lo podía conocer y esquivar”.
La prosa de George Eliot
tiene un tono que oscila entre la ironía y el sarcasmo velado, pero sus
críticas siempre son certeras y afiladas. Sus apreciaciones son, al mismo
tiempo, compasivas y despiadadas, dado que su pluma sobrevuela el punto de
vista de distintos personajes que son muy diferentes entre sí, describiendo con igual destreza sus virtudes y defectos, a la vez que intenta mostrarlos en toda su complejidad.
La vida en Middlemarch se
desenvuelve lenta pero inexorablemente; pequeñas intervenciones y detalles
aparentemente insignificantes pueden influir de manera profunda en
acontecimientos posteriores, sin que ninguno de los involucrados en la gran
trama que el destino tejió para ellos pueda alcanzar a predecir sus respectivos
futuros ni las consecuencias de sus actos. Muchos de ellos creen saber qué
sienten y piensan los demás, pero están muy errados, pues siempre están
atribuyendo a los demás intenciones o motivaciones que les son propias, o
simplemente los miran a la luz de sus ilusiones o prejuicios, engañándose constantemente
a sí mismos. Lo público se entremezcla con la vida privada, y las aspiraciones y los deseos personales entran en disputa con las motivaciones y ambiciones de
otras personas. Así es la vida en este
microcosmos, que es, al mismo tiempo, representativo de una sociedad más
amplia.
“Más,
¡cuán poco sabemos aquello que constituye para nuestros vecinos el paraíso!
Juzgamos a partir de nuestros propios deseos, y nuestros vecinos no son siempre
lo suficientemente sinceros como para mostrar ni el mínimo indicio de los
suyos”.
“Porque
no hay persona cuyo interior sea tan entero que no se vea firmemente
determinada por lo que existe a su alrededor”.
Y bien, ¿ya he logrado
convencerlos de que le den una oportunidad? Si están interesados en los
análisis sociológicos y psicológicos profundos; si quieren emocionarse y sufrir
de la mano de personajes profundamente humanos; y, sobretodo, si quieren
conocer las reflexiones de una autora muy respetada y adelantada a su tiempo
acerca de la importancia de la colaboración y el entendimiento en el matrimonio,
este libro es para ustedes.
¿Alguien
lo ha leído o está interesado en leerlo?
¡Cuéntenme en los comentarios!
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