martes, 16 de julio de 2019

Reseña de "Estudio en Escarlata" de Arthur Conan Doyle


¡Hola, lectores! Qué rápido está pasando el año, ¿no? Parece que fue ayer cuando todavía estábamos a principios de otoño y ya estamos en los primeros meses de invierno… Lo bueno es que este clima resulta ideal para leer en casa, tapados con una mantita y con un buen té o café al lado. (Sí, ya sé que no soy la primera ni la última persona que les dibuja esta escena, pero somos muchos los que disfrutamos de estas cosas y yo no soy la excepción, ¿ok?).

Hoy les traigo una reseña de un libro perfecto para leer en estos días de frío y neblina. Se trata de “Estudio en Escarlata”, la primera novela en que hace su aparición Sherlock Holmes.






Sherlock Holmes es el detective más famoso de todos los tiempos. Alto, delgado, terriblemente inteligente, el solitario inglés sólo hallaba remedio a su aburrimiento resolviendo los casos policiales más complejos. Estudio en escarlata (1887) es la primera obra de Arthur Conan Doyle en la que aparece Holmes. Un asesinato perpetrado en circunstancias extrañas desconcierta a la policía de Scotland Yard, que busca la ayuda del célebre detective.










Libro: Estudio en Escarlata
Autor: Arthur Conan Doyle


La influencia de Sherlock Holmes en la cultura popular es innegable. Incluso si no han leído los libros originales de Arthur Conan Doyle, resulta probabilísticamente imposible que no se hayan topado con una sola referencia al mítico detective en algún libro de misterio, serie policial, juego de mesa, videojuego, o en algún episodio especial de dibujos animados que girara en torno a la resolución de un crimen. ¿El personaje en cuestión usaba una gorra de cazador, lupa y una pipa? Sí, ése era Sherlock Holmes, tal y como fue retratado en la primera película de cine mudo que se filmó en 1903, aunque esas características de su vestimenta no se mencionaran en los libros.

Y por supuesto, no se puede hablar de Sherlock Holmes sin hablar del Dr. John Watson (o quizás sí, pero yo creo que es un crimen no mencionarlo), su leal compañero de aventuras, que nos contará en primera persona como narrador testigo todo lo que acontece en los casos que resuelve el emblemático detective.

“No hay objeto de estudio más digno del hombre que el hombre mismo”

En “Estudio en Escarlata”, la primera novela donde aparece Sherlock Holmes, el Dr. Watson nos cuenta que acaba de regresar de la guerra de Afganistán y que está buscando un piso dónde vivir. Un conocido suyo le dice que conoce a alguien que está buscando compañero de departamento, pero le advierte que es un poco extraño y que debe tomarse con calma sus excentricidades. Esta persona es, por supuesto, Sherlock, que ya desde su primer encuentro con Watson saca a relucir sus habilidades deductivas y le hace unas cuantas observaciones sobre su vida en el ejército —sin que él haya dicho ni una sola palabra al respecto— que dejan a todos con la boca abierta.

Una vez instalado en su nueva residencia —el mítico departamento 221B de la calle Baker—, Watson empieza a conocer mejor a su compañero y descubre cuál es su particular profesión.

¡Y aquí empieza el misterio, señoras y señores! La policía de Scotland Yard, representada aquí por los hacendosos —pero poco competentes— Gregson y Lestrade, recurre a Sherlock Holmes para que los ayude a resolver un crimen que gira en torno a un asesinato cometido en una casa abandonada. El crimen posee algunas pistas realmente singulares, como la palabra “Rache” escrita en sangre en una de las paredes y un anillo de compromiso tirado en el suelo. Todo esto desconcierta a la policía, pero, por supuesto, para Sherlock Holmes todo siempre está más que claro.

Un estudio en escarlata, ¿eh? ¿Por qué no hemos de emplear un poco el argot artístico? Nos encontramos con el hilo rojo del asesinato enzarzado en la madeja incolora de la vida, y nuestro deber consiste en desenmarañarlo, aislarlo y poner a la vista hasta la última pulgada.”


El personaje de Sherlock Holmes me parece fascinante; es fácil comprender por qué continúa teniendo tanto éxito aun cuando ha pasado un siglo y medio desde que Arthur Conan Doyle lo plasmara por primera vez en las páginas de Estudio en Escarlata. Aunque es un genio, no lo podemos considerar un hombre perfecto: por momentos da muestras de soberbia, impaciencia y malhumor, lo cual saca de quicio a sus colegas y allegados. Pero esto no lo hace en absoluto un mal personaje, sino que lo hace más humano y le da una amplia gama de matices a su personalidad.

Watson, en cambio, es un personaje mucho más sencillo: afable, sincero y honesto, funciona perfectamente como la contraparte de Sherlock. Resulta fácil encariñarse con él; está tan perdido como nosotros en lo que se refiere a la resolución del caso y es leal a Sherlock hasta las últimas consecuencias. Hay momentos en que uno quisiera construirle una estatua por ser tan paciente.

Juntos constituyen lo que quizás sea una de las duplas más emblemáticas de la historia de la literatura —junto con Don Quijote y Sancho Panza—, razón por la cual prácticamente se han convertido en arquetipos dentro del género policial, homenajeados y repetidos una y otra vez por distintos escritores que han intentado imitar la dinámica detective-asistente en sus propias historias.

“Cuando un hecho parece contradecir un largo cortejo de deducciones resulta de una manera invariable capaz de ser interpretado de diferente manera.”

Estudio en Escarlata es una novela que está dividida en tres partes. La primera y la última son extractos del diario de Watson, que nos cuenta la forma en que su amigo fue resolviendo el caso en cuestión; pero la segunda parte, la que está justo a la mitad de la novela, nos sitúa en un tiempo y un espacio totalmente diferente. No diré nada más para no spoilear a nadie, pero lo que sí puedo contarles es que está narrada desde el punto de vista de los personajes que protagonizaron el crimen en sí, lo cual nos permitirá adentrarnos más en su historia y observar qué tan acertadas eran las deducciones que Sherlock Holmes sacó sobre ellos. Esto es un punto muy original —aunque a más de uno puede que lo desconcierte un poco el cambio abrupto de escenario en medio de la lectura— y creo que hace de esta novela algo muy distinto a lo que estamos acostumbrados a leer en el género detectivesco.

Por último, quisiera agregar que esta no es una típica novela del subgénero whudunit —quién lo hizo— como la que podemos encontrar en las novelas de Agatha Christie. En la mayoría de los libros de Sherlock Holmes nos falta información como lectores para resolver el caso, dado que hay pistas que sólo nuestro infalible detective puede ver y que no comparte con nosotros hasta que un confundido John Watson le pregunta cómo es posible que haya sacado tal o cual conclusión cuando para él nada de lo que está viendo tiene sentido. Además, prácticamente no hay sospechosos o personajes conocidos a los que podamos acusar de haber cometido el crimen. Algunos aspectos del caso sí se pueden razonar, pero no podremos ponerle nombre al criminal hasta más adelante, porque esa información sólo la conoce Sherlock. No obstante, es una entretenidísima novela de investigación, que incluso tiene sus puntos de humor en algunas partes, y que no se hace tediosa en ningún momento.

“—(…) Son muchas las personas que, si usted les describe una serie de hechos, les anunciarían cuál va a ser el resultado. Sin embargo, son pocas las personas que, diciéndoles usted el resultado, son capaces de extraer de lo más hondo de su propia conciencia los pasos que los condujeron a ese resultado.”

Así que… ¿La recomiendo? Elemental, mis queridos lectores. Y si después de haber leído Estudio en Escarlata se quedan con ganas de más, siempre pueden leer su siguiente novela, “El signo de los Cuatro”, o el libro de relatos “Las aventuras de Sherlock Holmes”, para luego seguir con el resto de la colección. Personalmente, tengo pendientes unos tres libros más del famoso detective y espero poder leerlos pronto.

¡Y eso es todo! ¿Han leído algún libro de Sherlock Holmes? ¡Cuéntenme en los comentarios!

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